Colombia despierta de una larga pesadilla de opresión

POR: NATALIA HIDALDO (*)

Escribir sobre lo que está pasando en mi país en este momento me resulta muy difícil, no porque no haya nada que decir, sino porque tal vez, al escribir, vea plasmado el dolor que todo esto me genera.

El Gobierno es corrupto, la prensa miente y la Policía y el Ejército matan.

Colombia lleva sangrando muchos años. Se desangra por sus campos dominados por unos pocos que se acompañan de grupos armados que protegen su poder económico, sus azucareras, sus terrenos para ganado, para sembrar palma de cera, para negociar con drogas a precios inimaginables en el extranjero, cuando el ‘raspachín’ apenas saca para comer. Vivimos con un narcopara-estado hace mucho tiempo. No se si esa palabra exista, pero es la que incluye todo lo que hay en mi tierra.

Memoria de la violencia

No recuerdo un sólo año, desde que salí de mi urna de cristal, en que no haya habido protestas, paros, huelgas: por la educación, por la salud, por los salarios, por los impuestos… realmente el pueblo Colombiano venía sobreviviendo. Si no nos matan físicamente, lo hacen económica y socialmente. Pero parece que desde el 28 de abril del año 2021 faltó clonazepam en el agua y empezamos a despertar; a despertar, a pesar que Colombia está en el tercer pico de la pandemia por Covid, con las salas de cuidados intensivos en ocupaciones del 80 y el 90 por ciento.

La excusa fue una docena de huevos, que según el ex ministro de Economía Alberto Carrasquilla costaba 50 centavos de dólar y realmente cuesta casi 2 dólares, a la luz de una reforma tributaria que pagaría la corrupción a costa de la alimentación de un pueblo con hambre.

Esto estalló, protesta tras protesta, noche tras noche y empezaron a matarnos sin esconderse; Cali, Pereira, Bogotá son sólo unos ejemplos porque nos han censurado redes sociales, nos cortan comunicaciones virtuales y telefónicas, nos detienen arbitrariamente, nos desaparecen.

Tenemos gobernadores, alcaldes, asambleas departamentales, consejos municipales en silencio. Están mudos, como si esto no sucediera, mientras Jeison de 13 años, Cristian, Charli, Michel, Marcelo, Miguel, Daniel, María Jobita, y así 47 seres humanos que fueron asesinados por la represión del Estado Colombiano, al mando de un psicópata como Álvaro Uribe Vélez, están en la impunidad. Han cegado y herido a varias personas también, con armas de “contención” que disparan a quemarropa, sin control alguno, han atropellado con tanquetas armadas hasta los dientes con equipos que según Miguel Vivanco de HRW, “ es algo que no hemos visto en América Latina, (…) Tanquetas con lanzadores”, y han herido de muerte a manifestantes pacíficos como Lucas.

Encubrimiento mediático

Los medios tradicionales como RCN, Semana, Caracol, Blue radio, el Tiempo, El Espectador sólo desinforman, tapan, se burlan de la realidad y del pueblo al que deberían informar de manera objetiva. Tratan sólo de vándalos y delincuentes a quienes manifestamos nuestro descontento y desesperación, a quienes ejercemos un derecho sagrado de los pueblos, un derecho humano, como la vida, el de protestar, el de expresar, el de exigir a los mandatarios a cumplir con su pueblo.

El pueblo colombiano está sólo. Los y las magistradas de las altas Cortes, (salvo dos) perdieron el norte de la independencia judicial, El Fiscal General de la Nación es amigo íntimo del presidente, no sabe de derecho penal; la Procuradora (el vigilante del poder público), antes de asumir su cargo fue Ministra de Justicia del gobierno actual;  el Defensor del Pueblo fue presidente del Consejo Nacional Electoral, absolvió por faltas a las normas electorales a Oscar Iván Zuluaga, candidato de Uribe en el año 2014 por haber recibido dinero de Odebreth.

El Congreso ha estado lleno de corrupción. No se han respetado los acuerdos de Paz, se matan y amenazan líderes sociales y defensores y defensoras de DDHH, se persigue a quien no piensa ni apoya a una minoría que propende por un pensamiento de extrema derecha, de represión, de silencio, de miedo y de romanización de la pobreza y la desigualdad. 

No sé que le espera a mi país. En este momento la policía está al mando de un ser inhumano, el General Zapateiro, comandante del Ejército, quien tiene investigaciones por violaciones a DDHH y a tratados binacionales.

No se qué viene, si un Golpe de Estado, una guerra civil o apagar la protesta con balas y seguir en la misma situación de antes, donde ninguna de las posibilidades nos llevaría a un mejor mañana y esto me genera mucha tristeza e impotencia y pienso en hasta dónde, pensar, analizar de esta manera puede ponerme en riesgo, ya que me considero una Defensora de DDHH en un país como el mío.

(*) Abogada defensora de Derechos Humanos. Docente universitaria.


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