Revueltas, revoluciones y organización política

El estallido social en Chile derivó en la redacción de una nueva Constitución Nacional.
POR EDUARDO INGARAMO

La Revolución Francesa, el Cordobazo, la crisis del “que se vayan todos”, etcétera son revueltas que sin una organización política y social que la respalde, se convirtieron en caos que dieron lugar a los jacobinos, la reacción conservadora y el regreso de todos los que “debían” irse.

Las revueltas contemporáneas que suelen preceder a las revoluciones –en Chile 2019, Colombia 2021, los “chalecos amarillos” franceses, las primaveras árabes- surgen de movimientos sociales desorganizados animados por múltiples motivaciones, solo unidos por el rechazo a lo existente, sin representación y con grandes problemas para siquiera constituirse en un grupo de presión que pueda aspirar a una mínima eficacia de sus reclamos.

Así, en su prolongación, algunas veces, grupos intensos o violentos terminan liderando el reclamo legítimo de las mayorías, mientras que el poder establecido que es cuestionado, tiene excusas basadas en el restablecimiento del orden y tiempo para ir dividiendo, postergando y minimizando los reclamos.

En otros casos, la institucionalización del movimiento en partidos políticos que pretenden representarlo suele generar divisiones por ambiciones personales o institucionales que desconocen la diversidad del movimiento.

Por ello, son auspiciosos los Frentes que coinciden en lo común, reservando para el futuro lo que los diferencia.

Hasta allí lo estrictamente político –entendido como aquel concepto que mencionaba Aristóteles como constitutivo de la política, junto a la ética y la economía-.

Los «chalecos amarillos» en Francia interpelaron a un sistema político en crisis.

Justamente la ética y la economía, como ciencia arquitectónica de la sociedad, son claves en la construcción política de la sociedad.

Valores y cultura

En ellas, el movimiento social establecerá los valores y cultura que los partidos constituidos como frentes, deben convertir en modelos de desarrollo definiendo los grupos de interés a los que se refieren y sus relaciones con ellos.

No obstante, eso no es suficiente si se desea sostener el proceso de cambio y serán necesarios sistemas y herramientas que pongan en práctica en la administración pública los procedimientos y actitudes de sus agentes, con las nuevas variables, interlocutores y las relaciones con ellos, de modo que el conjunto actúe de modo afinado a los valores, cultura y modelo de desarrollo.

Tarea ardua si la hay, solo posible en el mediano plazo, en la medida que las burocracias deben modificar sus lógicas y encontrar en ello las motivaciones suficientes como para hacerlas propias.

Tres banderas, un mismo destino regional.

Por ello buenas propuestas electorales, pueden convertirse en malos gobiernos, si no parten de un movimiento transformador, se aíslan como partidos o como frente y/o no disponen de cuadros técnicos capaces de implementar en la administración pública los cambios que se proponen, navegando en la diversidad de los movimientos que le dan legitimidad de ejercicio.

El movimiento liberal, neoliberal, conservador y hasta neofascista, muestra el amplio espectro en el que circulan sus ideas de libertad individual y en especial de la propiedad privada, por lo que su representación partidaria parte del oxímoron de encontrar lo común desde esa filosofía individualista.

Así, solo puede unirlos el temor a lo nacional y popular, que llaman “populismo”, a pesar de la evidente tendencia global que camina en sentido contrario, desde que la caída de Donald Trump y la pandemia dieron una vuelta de campana hacia políticas inclusivas, de mayor fiscalidad e intervención del Estado independientemente del bloque geopolítico que se trate.

Por ello, parece evidente que es imposible, a pesar del esfuerzo de los medios concentrados por mantenerlos unidos al menos en las elecciones, con la esperanza de controlarlos luego en la gestión a través de sus técnicos, CEOs, personajes públicos y redes sociales.

El movimiento nacional y popular, también muy diverso desde grupos intensos de izquierda, hasta grupos productivistas, pero de conducción centralizada, pasando por sindicatos tradicionales y no tanto, y la mística “Cámpora” o el reformismo de AF, ha logrado una base común, basada en la estrategia de CFK y reforzada por el éxito electoral y la necesidad de reforzar sus mayorías parlamentarias.

También la soberanía política, independencia económica y justicia social tradicional del peronismo, une voluntades de variopintos partidos que forman el Frente de Todos.

La inclusión que falta

Sin embargo, su mayor debilidad que ha sobrevivido a “la década ganada”, está en la insuficiente capacidad de incluir a movimientos sociales como la Economía Social y Solidaria de la clase media especialmente del interior del interior y sobre todo el contar con sistemas de información, diseño de políticas públicas y sociales, capaces de transformar la administración pública que las implementa, que todavía no ha asumido las ventajas de la inclusión de todos los sectores sociales, renunciando a los intereses individuales que sobreviven de las épocas neoliberales o conservadoras.

El desarrollo de un bagaje herramental apto para la gobernanza y la transparencia –habida cuenta la renuncia pública a la mínima sospecha de corrupción- es clave, y aunque algunos avances se han logrado en pandemia con los planes alimentar, AUH, AUE, IFE, más trabajo, ATP, REPRO I y II, etcétera aún es insuficiente en temas como los subsidios a las tarifas –que se espera segmentar para no beneficiar a los más ricos-, los precios, la formación de activos externos –vía bonos o acciones- o las operaciones de comercio exterior en las que intervienen independientemente varias agencias –BCRA, Aduana, AFIP, UIF.

Si eso no avanza, caminaremos nuevamente hacia una anarquía administrativa del Estado y las organizaciones sociales que institucionalizadas en asociaciones empresarias, sindicales, cooperativas y mutuales le ayuden en ejecutar partes sustanciales de las políticas públicas.

En las empresas, por su parte será necesario que se orienten a gestiones sostenibles y su reporte bajo estrictas normas internacionales de amplia aplicación, y que sea la inversión, la generación de valor agregado –económico, social y ambiental- y su justa distribución lo que guíe su misión, abandonando la especulación financiera como forma de apropiación que no se traduce en inversión bruta fija y trabajo.

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