El trabajo de cuidar: aportes jubilatorios por tareas de cuidado

POR. VICTORIA SANTESTEBAN (*)

El decreto 475/21 del 17 de julio último dispuso el reconocimiento de aportes por tareas de cuidado, en el marco jubilatorio nacional. La medida, que comenzó a efectivizarse el 1° de agosto, se direcciona a mujeres con hijos y/o hijas que tengan la edad requerida para jubilarse (60 años o más) y no cuenten con los años de aportes necesarios.

Este año, más de 150 mil madres podrán jubilarse.

El reconocimiento de aportes por tareas de cuidado se erige como política pública en miras de acortar la brecha de género.

Los aportes jubilatorios por tareas de cuidado reivindican por fin su importancia nuclear para el desarrollo social.

La división sexual del trabajo dictada por el patriarcado encomendó a varones a salir del hogar para «trabajar», mientras las mujeres quedaron en casa al cuidado del grupo familiar.

El mundo en clave patriarcal metaforizó con la reina del hogar para vender como reinado cómodo a lo que era, en verdad, servidumbre.

«Eso que llaman amor, es trabajo no pago»

Silvia Federici, feminista italiana

Hoy, la interpelación a la dicotomía capitalista y patriarcal de producción-reproducción, rescata a la economía del cuidado como trabajo. En este marco, los aportes jubilatorios por tareas de cuidado reivindican por fin su importancia nuclear para el desarrollo social, hasta erigir específicamente a la maternidad como actividad constitutiva de la sociedad e indispensable para su sostenimiento.

El patriarcado romantizó históricamente la imagen devota de la santa madre, que es feliz a pesar de una maternidad que la consume.

Relegada al hogar

La postergación de la vida pública y profesional de esa madre la saca de carrera para relegarla al hogar a tiempo completo o bien la expone a jornadas laborales dobles o triples, fuera y dentro de casa.

En Argentina, las mujeres dedican, en conjunto, 96 millones de horas diarias de tareas de cuidado y en caso de existir niños y/o niñas, la dedicación es aún mayor, con una brecha de casi cinco horas respecto de los varones.

Las licencias por maternidad y paternidad enquistan el estereotipo con 2 días para padres y 90 para madres. Muy a pesar de los piedrazos a los techos de cristal, tamaño desfasaje continúa impactando en la cotidianeidad de mujeres que insumen su fuerza productiva maternal en un sistema esclavista.

Victoria Santesteban.

Ante tamaña desigualdad estructural, el reconocimiento de aportes por tareas de cuidado de hijos y/o hijas recupera su valor social y económico a partir del abandono de los binomios producción/reproducción, público/privado.

Por fin el Estado recompensa el esfuerzo y el tiempo, la dedicación y el amor.

La medida también interpela las relaciones de género para desarticular antiguos lastres y habilitar nuevas convivencias y masculinidades, que coparentalicen, que arrullen y abracen.

Valor simbólico

Este reconocimiento estatal de la maternidad detenta además el valor simbólico de cuidar a las que siempre cuidaron, seguramente, con y por amor, pero también porque no había nadie más que ocupara el puesto.

Los kilómetros al médico, al colegio y cumpleaños, las horas de las noches en vela y en la cocina, los sueños y las oportunidades postergadas generan hoy aportes.

Por fin, un Estado advertido de la nocividad patriarcal sobre la cotidianeidad y el proyecto de vida de madres, recompensa el esfuerzo y el tiempo, la dedicación y el amor.

(*) Integrante del Observatorio de Derechos Humanos de la UNLPam.

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