Policía de Córdoba: un satélite que orbita el Derecho sin aterrizar

En el banquillo de los acusados, los policías investigados por el asesinato de Blas Correa.
POR: NÉSTOR PÉREZ

Dígame, señor González, imaginemos, si fuera su hijo el que estuviera en situación similar a la de Blas, tirado en el auto y sin respuesta, ¿usted que haría?, consulta el vocal del tribunal. «Lo hubiera llevado en el móvil (patrullero) al hospital”, responde el ahora sargento, cabo el 6 de agosto del 2020 cuando sus camaradas acribillaron a balazos el Fiat Argo en el que viajaban cinco adolescentes. “¡Inhumanos!” protesta Soledad Laciar; «claro, como era el mío lo dejaron tirado para que se muera”, dice más tarde la indomable madre, la que se vuelve implacable en su búsqueda por la responsabilidad vertical.

Soledad Laciar, la mamá de Blas Correa que clama por justicia para su hijo asesinado por la policía de Córdoba.

Las evidencias señalan que el auto baleado, con Blas agonizando de un tiro en la espalda, llegó a las 00: 20 a la esquina de Corrientes y Maipú, donde fue interceptado por dos policías motorizados, Diego González y Alejandro Fachisters.

El primero dijo que le tomó el pulso pero no avisó a nadie lo que supuso: la muerte del joven.

En solo cuatro minutos la esquina se volvió un hervidero de policías, hormigas sobre un caramelo. A ninguno se le ocurrió asistir al adolescente tirado en el asiento trasero del Argo.

Entre interrogatorios al conductor del auto y la jovencita que iba a su lado, y gestos formales de un control policial de rutina, la vida de Valentino Blas se escapaba en esos segundos preciosos donde ningún policía intenta maniobra alguna. ¿O esperaban que desde las sombras de la clandestinidad alguien, desde arriba, les ordenara qué hacer?…

Curso tardío

González dijo que luego de esa noche demencial, hizo un curso con el protocolo de actuación en casos semejantes. “Entonces, ¿qué haría usted si volviera a encontrarse en otra situación como esta”?, interroga el tribunal… Asombrosamente, el policía repasa la rutina del 6 de agosto; o sea, ¡haría lo mismo!…

Esta es la trama que ocupa a la Fiscalía de Hidalgo y López Villagra, la del fenomenal encubrimiento que supuso una directiva superior a la que se sujetaron los subordinados. “Es como una cáscara de cebolla, vamos retirando de a una para avanzar hacia el centro de la trama. Vamos llegando al huevo de la serpiente”, comenta al cronista el acusador Marcelo Hidalgo.

En los sondeos de opinión se utiliza una muestra para arribar a una conclusión, un grupo, no toda la población.

Sólo interrogantes baldíos

A juzgar por la cantidad de policías que intervinieron en toda la secuencia del crimen, es legítimo preguntarse: ¿hay un patrón de conducta de toda la fuerza, cuando uno de los suyos “se echa un mocazo”? ¿Pueden equivocarse tanto, tantos al mismo tiempo? ¿Será la de Córdoba una policía que orbita el derecho sin aterrizar jamás en su imperio? ¿Estamos los ciudadanos a salvo?…

(*) Periodista y escritor.

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